*Por Marité Sarthe
Las intervenciones psicopedagógicas dentro de las escuelas secundarias se sostienen, en parte, en una determinada conceptualización de lo joven, de la adolescencia.
Si
bien muchas de las representaciones sociales sobre el adolescente escolar lo
ubican en la falta (falta de estudio, falta de interés, falta de compromiso,
voluntad), de acuerdo con una perspectiva crítica de la escuela media, se
piensa al adolescente en su posición de alumno como sujeto capaz de producir
crítica.
Dirá Ricardo
Baquero (2002) que las representaciones que el
sujeto tenga sobre la escuela y en general de sus vivencias escolares,
dependerá de su posición de alumno, resultado de la apropiación de ciertas prácticas
escolares en las que ha estado implicado. La lógica del dispositivo escolar que
promueve una fuerte dependencia, relaciones asimétricas, permanencia
obligatoria, tiempos de trabajo idénticos para todos, etc. son los
constituyentes duros de las prácticas de los estudiantes.
Pero
la pedagogía crítica nos advierte sobre otras instancias acreditadas que son
determinantes y constituyentes en la subjetividad de quien se expresa como
alumno: una voz desconfirmada con frecuencia, las categorías privilegiadas de
alumnos, la meritocracia, la violencia simbólica en el espacio escolar, etc.,
también formarán parte del sistema de representaciones que los jóvenes guarden
sobre sus vivencias escolares y que puedan expresar en distintos dispositivos
(talleres de reflexión, técnicas proyectivas, etc).
Ulrick
Beck (citado por Reguillo Cruz, 2000) refiere que “los jóvenes practican una
denegación de la política altamente política” (p.13). La expresión de Ulrick
Beck considera en sí misma, esa doble capacidad del joven de reflexionar
éticamente.
Esta
conceptualización de lo joven sostiene las posibilidades de comprensión e
interpretación de la realidad física y social que lo rodea y su capacidad para
emitir juicios y reflexiones al respecto.
Piaget
e Inhelder (1985) afirman que el pensamiento del adolescente es un pensamiento
formal, hipotético deductivo capaz de realizar operaciones que le otorgan otra
perspectiva sobre el mundo en el que acciona. Su apego a lo real ya no es
constante, pasa de lo real a lo posible, pudiendo de esta forma, encontrarse
con el mundo de la riqueza simbólica e interpretativa. El adolescente, toma
posición frente a hechos sociales y avanza de manera considerable en la
construcción de la moral y ética.
La intención del presente punto
no es recopilar lo que los autores más tradicionales han estudiado sobre
adolescencia, sino revalorar posturas que hacen a su desarrollo intelectual,
ético y político.
Entre las muchas definiciones que
existen sobre adolescencia, se prefiere la de Louise
Kaplan:
“… criaturas patéticamente
susceptibles y vulnerables, apasionadas e impulsivas, totalmente sexuales y
monstruosamente egocéntricas, son, en realidad, ávidos buscadores de
autenticidad moral. Por encima de todo, desean lograr algún poder efectivo
sobre el mundo en que viven y al mismo tiempo permanecer fieles a sus valores e
ideales. Entre los legados que sus años de adolescencia dejan a los adultos, se
encuentra el impulso hacia la perfectibilidad ética. (…) No es de extrañar que
no confíen en nosotros” (1996, p.11-12).
La autora reivindica la búsqueda de la autenticidad
moral en una etapa en la que pasaría por un “segundo nacimiento”, tal como
expresara Francoise Doltó (1989) en su libro ‘Palabras para adolescentes o el complejo de la langosta, en el que
compara este período adolescente con la mutación de la langosta. En este momento,
sin protección alguna, habiendo perdido su caparazón, debe desprenderse de la
protección familiar y afrontar el mundo adulto quedando expuesto y con escasas
defensas.
Piaget e Inhelder (1985) nos muestran cómo el
pensamiento del adolescente ha evolucionado, sus estructuras mentales se
transforman. Tiende a compartir sus teorías filosóficas, políticas, sociales, estéticas,
musicales, religiosas, con sus pares, al principio sólo con los que piensan
como él. La discusión con los otros le permite, poco a poco, la
descentralización de su pensamiento (aceptar que su verdad es un punto de
vista, que puede haber otros igualmente válidos, y que puede estar equivocado).
Los proyectos y sueños cumplen en esta etapa la misma función que la fantasía y
el juego en los niños: permiten elaborar conflictos, compensar las
frustraciones, afirmar el yo, imitar los modelos de los adultos, participar en
medios y situaciones de hechos conflictivos. La capacidad de interesarse por
ideas abstractas le permite separar progresivamente los sentimientos referidos
a ideales de los sentimientos referidos a las personas que sustentan esos
ideales.
Las condiciones en que
dejamos nuestra sociedad para desenvolver estos cambios no son los mejores, es
así como Reguillo Cruz (2000), nos muestra una realidad en la que poco facilita
las tareas del adolescente. La búsqueda de una sociedad inclusiva y democrática
se estrella contra el deterioro económico, el descrédito de las instituciones
políticas, el debilitamiento de la escuela.
En este contexto de
desesperanza, se reflexiona sobre los jóvenes, sobre sus maneras de entender y
ubicarse en el mundo. Reguillo Cruz enfatiza “La anarquía, los graffitis urbanos, los ritmos tribales, los consumos
culturales, la búsqueda de alternativas y los compromisos itinerantes, deben
ser leídos como formas de actuación política no institucionalizada y no como
las prácticas más o menos inofensivas de un montón de desadaptados.” (2000, p.
111).
De alguna manera, estas
expresiones motivan a “leer” con otra mirada sus formas de ser y estar, de los
jóvenes en la escuela secundaria.
Baquero,
R. (2002). Las
concepciones del alumno y el dispositivo escolar. Disponible en https://www.unrc.edu.ar/publicar/cde/05/Baquero.htm
Doltó, F. (1989).
Palabras para adolescentes o el
complejo de la langosta. Buenos
Aires, Argentina: Ed. Atlántida.
Kaplan,
L. (1996). Adolescencia, el adiós a la
infancia. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós.
Piaget, J. Inhelder, B (1985). De la lógica del niño a la lógica del
adolescente. Buenos Aires Argentina: Paidós.
Reguillo
Cruz, R. (2000). Emergencias de culturas juveniles. Estrategias del desencanto.
Bogotá, Colombia: Grupo Editorial Norma.